Hoy pienso que ya he escrito varias veces sobre el controvertido tema del doping. Hasta ahora había defendido a atletas como Marta Domínguez, a la que luego la justicia exculpó, o Alberto Contador, que por una cuestión de nanogramos sufrió una sanción, en mi opinión, exagerada.
Alguien, sobre todo un francés, podría pensar que mi patriotismo me ciega. Sin embargo, hoy me toca hablar de un ciclista que nunca me ha caído bien, Lance Armstrong.
Como todos sabéis, esta leyenda del ciclismo acaba de ser desposeído de todos sus títulos, o casi todos, ya que le han dejado tan sólo un Campeonato del Mundo, la Clásica de San Sebastián y la de la Flecha Valona, un curriculum bastante escaso para el que fue hasta hace poco uno de los mejores ciclistas de todos los tiempos.
Según parece, y así lo declara probado la USADA (la agencia antidopaje norteamericana), Armstrong no sólo se dopaba, sino que tenía montada la mayor red de dopaje de la historia del ciclismo, lo que incluía no sólo sustancias dopantes, transfusiones de sangre o médicos especializados a su servicio, sino que también se trataba de amaños de etapas y hasta chivatazos previos a controles antidoping.
Vamos a ver, Armstrong era un ciclista normalito, que había ganado un par de clásicas y hasta un campeonato del mundo, y de buenas a primeras, tras sufrir un cáncer testicular con metástasis en el cerebro y pulmones y que logró superar con éxito, vuelve a la bici un hombre distinto, un supercampeón que arrasa con todo y con todos cada vez que se monta en la bicicleta. Todos sospechábamos que algo raro pasaba. ¿Cómo era eso posible? Vale, se hablaba de su capacidad de superación y su fuerza de voluntad… pero seamos serios, en los deportes de alto nivel, las aptitudes fisiológicas tienen mucho que ver, y es que por mucho que se empeñen Oliver y Benji, por horas y horas de entreno que eches, si no hay más que dar, no sacarás más.
Por eso digo que nunca me cayó bien. Se trataba de un hombre que alardeaba de su fuerza física y su motivación cuando estaba claro que recibía “ayuda exterior”. No obstante, siendo justos, la realidad es que pasó más de 500 controles y nunca dio positivo. Se retiró del ciclismo sin una sólo mancha oficial sobre su posible dopaje.
Sin embargo, durante todos aquellos años de éxito, sí que existieron rumores y denuncias sobre su utilización habitual de sustancias dopantes, algún libro que contaba los secretos del ciclista, una denuncia de una aseguradora que se negaba a pagarle la indemnización porque aducía tener pruebas de su dopaje o su eterna guerra con el diario L’equipe, que siempre le acusó de ir hasta arriba de EPO y otras sustancias ilegales, llegando incluso a escribir que dio positivo en un control antidoping.
El caso es que su carrera siguió adelante y llegó a ganar 7 tours de Francia con el beneplácito de todos los Organismos, UCI incluida. Y es ahora, una vez retirado, cuando sacan a la luz una investigación por la que, con la única prueba de testimonios de compañeros y otros corredores, le sancionan quitándole todo lo que ganó.
No trato de defender a alguien de quien siempre he mantenido que era un tramposo. Pero lo que es cierto es que no lo pillaron... o no lo quisieron pillar. Hoy no hay pruebas concluyentes, tan sólo testimonios, (pruebas circunstanciales, que diría Grissom del CSI) muchos de los cuales se van a beneficiar de sus acusaciones para recibir un castigo más benévolo.
Es una vergüenza que la UCI hable de limpiar el ciclismo castigando a alguien a quien nunca fueron capaces de pillar. ¿O es que no quisieron? Como decía antes, el diario L’equipe ya denunció un supuesto doping de Armstrong en un control y fue la UCI la que lo exculpó, no sólo sosteniendo su inocencia sino cargando contra la AMA (Agencia Mundial Antidopaje) por haber filtrado el control al periódico francés.
Con el caso de Armstrong quedan muchas dudas sin resolver: ¿Quién avisaba a Armstrong de los controles sorpresa para que estuviese preparado y así superarlo? ¿Cómo amañaba etapas? ¿Cuánta gente del Tour, la UCI o la AMA, entre otros organismos estaba involucrada en esta macrotrama?
La propia validación de las pruebas testimoniales contra Armstrong y su sanción suponen un reconocimiento implícito por parte de la UCI de su responsabilidad, de ellos y de todos los dirigentes del ciclismo. El propio presidente de la AMA, John Fahey, ha declarado que “todos los ciclistas se dopaban en la era Armstrong”.
Entonces… ¿desposeemos a un ciclista de todos sus títulos sólo porque otros compañeros lo han acusado? ¿Acaso hay más pruebas, pero no han salido a la luz por miedo a que la mierda salpique a más gente?
Si Armstrong es sancionado sólo por el testimonio de sus ex-amigos y ex-compañeros no es justo, jurídica ni moralmente. Si, en cambio, hay más pruebas, como se reconoce con la boca chica, entonces, tendrán que salir a la luz, conocerse y exigirse más responsabilidades, a todos los niveles, no sólo a pie de rueda.
Mientras tanto, yo me seguiré llevando bien con mis amigos, no vaya a ser que alguno me denuncie por copiar en un examen de filosofía en 3º de BUP y me quiten todos mis títulos desde entonces…
1 comentario:
No te pases...no te pases!!! Y abrazo grande, que eres un brutoteeeeeeeeeeeeeee....CUIDATE!
Dani
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