Hoy pienso que hablaba el otro día con un amigo sobre el arte contemporáneo y esta moda del arte transgresor y expresionista en las que su autor trata de explicarnos todos sus miedos, frustraciones, pensamientos, sentimientos y reflexiones en un lienzo, papel o cualquier otra cosa que se lo ocurra.
El caso es que el sábado visitamos la exposición Art Jaén, una feria de arte que cumple, precisamente, su primer lustro.
Valga por delante que considero el arte una forma de expresión, y que, en mi modesta opinión, esa debe ser precísamente su meta, que el autor se exprese y logre así hacer sentir al observador determinadas sensaciones que los interrelacionen, autor-obra-observador, un "threesome", apuntaría un inglés, un "trío de toda la vida", diría alguien más castizo.
En esa relación creada, es la obra la que te habla, te dice y te cuenta, y si bien un título adecuado ayuda e incluso un párrafo simple del autor puede servir de pista, al final, la relación entre los 3 ha de ser espontánea y personal. Por poner un ejemplo, cuando te plantas delante de El Grito, mi idolatrado cuadro de Munch, no necesitas que Edvard esté detrás tuya susurrándote que sus problemas mentales le han hecho automarginarse de la sociedad, buscando en la pintura su refugio y su fuente de expresión. Tú miras al cuadro y puedes sentir la angustia de una persona que trata de gritar y siente que nadie le escucha.
Quizás, esta intepretación es sólo mía, y cualquier otra persona al ver uno de los 4 gritos siente otro tipo de sensación o de respuesta. Pero eso es lo que entiendo por arte, algo que transmite y que llega de forma automática. No obstante, es cierto que las pistas del autor son esenciales, un título que ayude a pensar, o que haga conectar ambos polos, incluso una pequeña reflexión del autor, siempre es bienvenida e incluso necesaria. Aunque claro, hecha la ley hecha la trampa. Y ahí es donde entran todos esos bodrios que uno encuentra en este tipo de exposiciones, donde la obra es lo de menos, no ha de ser bella, compleja, ni tan siquiera obra, basta con que el autor meta en un párrafo palabras que contengan "intro" o "pseudo" y por supuesto, algún que otro anglicismo para así legitimar su obra de arte. Y ojo con criticarla, porque en ese caso, pueden acusarte de reaccionario, inculto o incluso de "facha", esa palabra tan utilizada para desautorizar a alguien cuando no se está de acuerdo con lo que dice, sea en la materia que sea.
En esta exposición, la 5ª edición de Art Jaen, pude disfrutar de auténticas obras de arte, claro que sí. Emilio Maldomado con sus "comelibros" mostraba unos payasos de forma tétrica, pero interesante. También Fram Ramirez daba con sus obras una visión de la música y la naturaleza de forma bastante original y atrevida, y en una esquina de la sala, un simple columpio, sí, algo tan fácil como un columpio, donde las nubes, en lugar de estar en el cielo, lucían pintadas en el propio escabel, "el mundo al revés", me atreví a pensar yo... quizás el propio autor se hubiese reído al escuchar mi comentario.
Claro, que también había algunas obras difíciles de entender como tales, no ya por mi, !pobre ignorante!, sino por todo aquel que pasaba por allí. Como anécdota, un renacuajo de no más de 3 años se llevó la regañina de una de las vigilantes por tratar de ordenar unos papeles tirados en el suelo, que resultaron ser una obra de la exposición... para chasco del niño que aquel día aprendió la lección de que no siempre es bueno ser tan ordenado... "el mundo al revés", volví a pensar yo.
Y para finalizar, un cuadro de Belén Mazuecos, que lleno de belleza y sentido artístico, fue el elegido por la experta que me acompañaba y que se encarga en este tipo de actos, de sacarme de mi exquisita ignorancia. No le faltaba razón, un gran paisaje nevado, cuya soledad sólo se rompía por el contraste de una pequeña cabaña rosa en mitad de la nada. Y mientras lo admiraba, leí un folleto donde la autora explicaba su obra..."La morfología de la tienda de campaña asume, de esta forma, la dimensión de microcosmos, delimitando la superficie acotada un verdadero ecosistema doméstico; El icono de la tienda de campaña se convierte en una suerte de exvoto salvífico que garantiza la estabilidad familiar y preserva el sentido de pertenencia (a pesar del nomadismo)".
En ese momento desperté y me encontré allí, perdido entre tanta palabrería y pensé, "!Bendita ignorancia la mía!"
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