Hoy pienso que en época de elecciones
todos los programas se llenan de promesas, muchas de las cuales, no
dejan de ser meras quimeras, propuestas populistas que la gente adora
escuchar.
El
problema se agrava cuando llegan varios comicios seguidos en muy poco tiempo, y
encima surgen nuevos partidos que sin experiencia y, sobre todo, sin
una ideología definida tienen que dejar de criticar, lo cual es fácil, y ofrecer propuestas e ideas novedosas, aquellas que la casta no ha hecho hasta ahora. Entonces es cuando uno observa auténticas
barbaridades que seguramente alguien, en su buen afán, ha metido como
propuesta sin darse cuenta, no ya de las consecuencias de dicha
propuesta, sino del propio fondo de lo que está sugiriendo.
Y
eso es justo lo que me estoy encontrando con Ciudadanos, que empieza a desvariar con medidas algo extrañas, al menos a mi parecer. Una de ellas, la elección de sus candidatos en primarias como condición a otro partido (en este caso el PP) para llegar a un posible pacto. A ver, que no es que esté a favor o en contra de primarias, pero quién es nadie para entrar a juzgar o exigir incluso la forma de gestionar tu partido. Eso es como si en la Junta de la Comunidad de vecinos, el del ático te dice que vota a favor del arreglo de la fachada que has propuesto si tú le quitas el gotelé a tu casa, que ya está pasado de moda.
Por otro lado, el programa de Ciudadanos ha incluido también una medida de control para evitar el uso impropio de la vivienda.
Por otro lado, el programa de Ciudadanos ha incluido también una medida de control para evitar el uso impropio de la vivienda.
Y
es que si Podemos venía con aquello de expropiar casas vacías, estos contraatacan con la medida contraria, es decir, delimitar el número máximo de habitantes
por vivienda.
Según
parece, para ellos, más de dos personas durmiendo en una habitación
sería abusivo, inhumano, tercermundista. Y así, proponen crear la figura del "inspector del hogar",
una especie de policía doméstica que se encargaría de visitar y
supervisar que tres hermanos, por ejemplo, no compartan habitación.
Viendo como se contagian este tipo de medidas absurdas, imagino que dentro de poco alguna feminista pedirá también la prohibición de que dos hermanos pequeños de distinto sexo convivan en la misma habitación, denunciando a esos réprobos padres (perdón, quería decir progenitores) que permiten tal execrable desarrollo de la personalidad.
Viendo como se contagian este tipo de medidas absurdas, imagino que dentro de poco alguna feminista pedirá también la prohibición de que dos hermanos pequeños de distinto sexo convivan en la misma habitación, denunciando a esos réprobos padres (perdón, quería decir progenitores) que permiten tal execrable desarrollo de la personalidad.
Atrás
quedaron los tiempos de aquellas familias de más de 8 hijos, eso es cierto,
pero no hace falta retroceder muchos años para encontrar familias cuyos hijos compartían dormitorio. Yo mismo, que no me considero todavía una persona muy mayor
(aunque sí lo sea, por cierto, para Albert Rivera, por haber nacido cuando Franco
empezaba a agonizar y no ya una vez muerto). Como decía, yo he compartido cuarto con mis dos hermanos, ¡los
cuales dormían en una litera! Mueble que imagino que pasará de ser un utensilio valioso para el descanso nocturno a un instrumento de tortura
discriminador y por supuesto, prohibido tajantemente. Señores de IKEA,
vayan apretándose los machos, que llega Ciudadanos.
Aquellas tardes de "no estudio", con el libro y el bocadillo de chorizo encima de la mesa y el parchís escondido entre las piernas por si mi padre entraba de sorpresa. Esas noches de confidencias, en las que nos preguntábamos qué diría Papá si al final me suspendían las Matemáticas, los consejos sobre cómo hablarle a aquella chica que tanto me gustaba o cómo nos quedábamos dormidos mientras mi hermano nos soltaba un monólogo que nos servía de dulce nana. Nuestras mañanas de duros madrugones, con aquel programa de "Canela Fina" que nos despertaba lentamente antes de ir al colegio. Sinceramente, aquel dormitorio compartido entre hermanos es uno de los mejores recuerdos de mi infancia.
Aquellas tardes de "no estudio", con el libro y el bocadillo de chorizo encima de la mesa y el parchís escondido entre las piernas por si mi padre entraba de sorpresa. Esas noches de confidencias, en las que nos preguntábamos qué diría Papá si al final me suspendían las Matemáticas, los consejos sobre cómo hablarle a aquella chica que tanto me gustaba o cómo nos quedábamos dormidos mientras mi hermano nos soltaba un monólogo que nos servía de dulce nana. Nuestras mañanas de duros madrugones, con aquel programa de "Canela Fina" que nos despertaba lentamente antes de ir al colegio. Sinceramente, aquel dormitorio compartido entre hermanos es uno de los mejores recuerdos de mi infancia.
Si Ciudadanos hubiese llegado hace 60 años, igual el pobre abuelo de la familia Cebrían, el siempre genial Pepe Isbert,
no podría haberse jubilado, tendría que seguir trabajando para ayudar en el pago de la hipoteca de una
mansión, porque con 15 nietos, hubiesen necesitado una casa como la de
Boyer y la Preysler para poder cumplir la norma de Rivera.
Lo
que más me preocupa es mi chiquitina, cuando una de estas noches, ya entrada la madrugada venga a mi dormitorio, como todavía hace de vez en cuando y se meta entre las sábanas, a ver
cómo le explico yo que se tiene que volver a su cama, que no puede dormir en la nuestra porque entonces ya seríamos tres en una cama y es que tres, a los ojos de Rivera no son multitud, tres son ya un delito...
No hay comentarios:
Publicar un comentario