Con su simpatía y humildad características, me contaba mi colega que en Japón muere un funcionario cada vez que una Ley entra en vigor. "No sé si será el estrés al que somos sometidos durante su elaboración, o la responsabilidad que tenemos", me decía, "pero siempre hay uno al menos que no lo soporta y acaba con su vida".
Me hablaba así, del alto grado de significación que para ellos tiene el honor, esa palabra que para nosotros está obsoleta y sólo la escuchamos en las pelis americanas.
Ahora leo que el ex ministro de Finanzas de Japón, Shoichi Nakagawa, ha sido encontrado muerto en su vivienda en Tokio, barajándose como causa probable el suicidio.
Seguramente por estos datos no sabéis de quién hablo, pero si os digo que Nakagawa era aquel ministro que dimitió después de que en febrero participase en una bochornosa conferencia de prensa en la cumbre del G-7 de Roma, donde parecía estar ebrio, ya sí sabréis a quién me refiero.
Su partido , el PDL (conservador) perdió las elecciones de hace algo más de un mes, entre otras cosas por diversos escándalos.
Supongo que para Nakagawa no fue suficiente con dimitir en su momento, para él, la derrota aplastante en las urnas sería una cuestión de honor.
En nuestro país, donde las dimisiones sólo son ceses escondidos y uno no sale del despacho voluntariamente ni para satisfacer las necesidades fisiológicas, no voy a pretender ahora que nuestros políticos lleguen al extremo japonés, pero al menos, podrían empezar a incluir en sus propios diccionarios las palabras honor y responsabilidad... bueno, incluirlas... y aplicarlas, claro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario