Èl, un hombre consecuente, que escribe artículos en Granma, periódico oficial de la dictadura comunista cubana, a pesar de haberse puesto en la piel de Reinaldo Arenas, novelista y poeta cubano exiliado, escritor y homosexual, censurado y perseguido por la Cuba de Castro...!Algo haría!
Él, un hombre que salió a la calle a denunciar los excesos bélicos de un país cuya superioridad económica le otorgaba, y gritaba hasta quedarse ronco que había que encarcelar a su presidente.
Y sin embargo, !cosas del destino! no tuvo más remedio que intentar medrar, para sacar a su familia adelante e irse a un país apestosamente capitalista. !pobre Javier!
Ahora, con su mujer embarazada iban buscando un pequeño lugar donde dar a luz en aquel país que no le había dado nada verdaderamente importante. ¿Dinero, fama, respeto, reconocimiento? Nada importa para un hombre consecuente con sus ideales.
Pero se encontraron con que ese materialista país no tenía ni tan siquiera una Seguridad Social pública. Pobrecitos, les hubiese gustado dar a luz en España, donde nuestro sistema universal de salud les garantizaba una habitación compartida con dos parturientas más y un menú rico en proteínas. Sin embargo, su trabajo se lo impedía, y él ante todo tenía que asegurar el futuro de su hijo.
Siguieron buscando, y por fin, encontraron un pequeño Portal, un sitio pequeño donde, aconsejados por los compañeros de papá Javier, pidieron pasar la noche para así descansar y que ella diese a luz. "Seguro que en el Hospital Cedars-Sinai, de Beverly Hills, os tratan muy bien, decid que vais de parte mía", les dijo su amiga Britney.
Y aunque Javier no quería, pensó en su mujer y en su retoño que había de llegar y en su salud y decidió entrar en ese Portal, aunque él hubiese preferido un hospital de verdad, como el 12 de octubre por ejemplo.
Y allí, en esa magna habitación, se sintió incómodo al divisar las bañeras de relajación para aliviar los dolores, las habitaciones contiguas exclusivas para los familiares y esa decoración que invita al relax en esos intensos momentos. Saludó tímidamente a la persona que se iba a encargar exclusivamente del recién nacido desde el momento de su nacimiento, y sonrió pensando que así, la futura mamá podría descansar y ser atendida por los profesionales de estética del hospital, quienes amablemente le ofrecieron servicios de peluquería y manicura para estar perfecta durante las visitas de familiares y amigos.
Y para entretenerse durante los días de ingreso, observó una televisión gigante de pantalla plana instalada en su habitación, y pensó: "esto le va a encantar a mami, las teles de los hospitales son lo que le da de comer, al menos en España... aunque claro, aquí igual son tan reaccionarios que nadie se hace rico con los derechos de autor..."
Y llegó el momento, y mientras se llevaban a su querida Pe al paritorio, él empezó a pensar si todo eso estaba bien, él que creía en una sociedad igualitaria, en la que todos los ciudadanos tuviésemos los mismos derechos y privilegios, él, que había visitado multitud de veces Cuba y admiraba su pobreza, porque al menos era una pobreza generalizada... (bueno, en realidad él se hospedaba en un hotel de 5 estrellas, pero claro, él iba como invitado y no lo podía rechazar).
Recordó sus alabanzas hacia Obama y su plan para implantar un sistema más solidario de Seguridad Social, ese que los cabrones republicanos habían echado para atrás.
Y se asomó a la ventana y vio cómo por la calle pasaba una mujer con un niño en brazos, que parecía enfermo y pensó desde su suite de lujo "qué vergüenza de país, que nadie se solidariza y la lleva al ambulatorio más cercano", eso en mi querido país no pasaría, allí hay hospitales para todos.
Y pensó que él debería estar allí, pero claro, su trabajo era lo primero... además, así el niño tendría la doble nacionalidad, y nunca se sabe, si con el tiempo este país cambia y deja de ser la cuna de capitalistas redomados, culpables de todos los males de la sociedad, igual es bueno que sea norteamericano...
Y llegaron sus tres amigos magos, Willy, Alberto y Wyoming, quienes habían llegado siguiendo las estrellas por el paseo de la Fama. Y traían como regalos champán, caviar y puros, "Cohiba, eso sí, de nuestros hermanos".
Y finalmente, Javier, oyó, el primer llanto de su pequeño... y pensó que todo aquel sacrificio merecía la pena...