Hoy pienso que la historia es un bucle, y quizás nuestros gobernantes deberían tenerlo en cuenta.
¿Y si os cuento que el gobierno sacó una Ley que iba en contra de la libertad del individuo y de las costumbres e idiosincrasia de los españoles y el argumento de esa ley era en primera instancia garantizar la seguridad de los ciudadanos y como trasfondo, equipararnos a los europeos?
Pensaréis que estoy hablando de la Ley antitabaco, ¿verdad? Pues no, os hablo de una ley de 1776 que promulgó el Secretario de Hacienda, Don Leopoldo de Gregorio.
Seguro que así, a bote pronto no caéis, pero si os digo que este hombre era el Marqués de Esquilache y que como consecuencia de esta ley la gente se echó a la calle y tuvo lugar un motín, seguro que ya todos sabéis de qué hablo.
Siendo rey Carlos III, el Marqués de Esquilache, persona de absoluta confianza del rey, trataba de erradicar en la Villa de Madrid el uso de la capa larga y el chambergo (sombrero de ala ancha) con el pretexto de que, embozados, los madrileños podían darse anónimamente a todo tipo de atropellos y esconder armas entre los ropajes. La medida propugnaba el uso de la capa corta y el tricornio (sombrero de tres picos), de procedencia extranjera.
La multa, al igual que la nueva ley, en caso de desobediencia ascendía a seis ducados y doce días de cárcel para la primera infracción y el doble para la segunda.
No sé si el Marqués también alentó la delación, tendré que leer más profusamente sobre el tema.
Como todos sabéis, a causa de esta ley, el pueblo salió a la calle y tuvo lugar una revuelta, conocida como el Motín de Esquilache, en la que se calcula que participaron alrededor de 40.000 personas . En realidad, habría que buscar las verdaderas causas del motín en la situación de crisis que se vivía, en el hambre, las constantes subidas de precio de los productos de primera necesidad y el recelo de los españoles hacia los ministros extranjeros traídos por Carlos III.
Todo parecido con la realidad es pura coincidencia...
Hoy, sin embargo, estamos más acomodados y sólo salimos a la calle a celebrar la victoria de nuestro equipo de fútbol y cuando nos lo ordenan los sindicatos. Aún así, ZP y sus secuaces deberían tomar nota, ya que ya están surgiendo los primeros efectos secundarios de la dichosa ley, como los "sinpas" tan castizamente españoles, y es que ahora es muy tentador salirte a la puerta del bar con tu caña, con la excusa del pitillo y si te he visto no me acuerdo.
Otros efectos secundarios son por ejemplo, la suciedad en las puertas de todo bar, llenas de colillas, o el afloramiento de terrazas en todas las aceras, incluso en estas fechas tan cálidas y en ciudades lluviosas y gélidas.
Bares insumisos, furgonetas convertidas en pequeñas tascas... estos días estamos viendo de todo, porque, seamos sinceros, a picaresca no nos gana nadie, ya lo decía Quevedo, y hecha la ley, hecha la trampa. Y es que no es tan fácil cambiar nuestras costumbres a base de decretazos por mucho que se empeñen, ya sean los toros, el tabaco o el botellón.
De cualquier forma, yo que ZP no las tendría todas conmigo, ya que aquel motín, finalmente, se saldó con el exilio forzado del Marqués de Esquilache, inspirador del edicto.
Demasiado bonito para ser hoy cierto...
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