viernes, 6 de abril de 2012

Esto ya lo he vivido...

Hoy pienso que he de hablaros de mi amiga Pilar. 

Hace 6 años ella era una abnegada y feliz esposa, que cuidaba de sus tres hijos y gozaba del amor y cariño de su marido. Vivían en un ático en el centro de la ciudad, tenían un 4x4 más grande que una caravana y un Mini Cooper rojo que su maridito le había regalado por su aniversario. Eran socios del Club de Golf  y veraneaban en una playa del mediterráneo de cuyo nombre no quiero acordarme.

Sin embargo, un día todo se fue al traste. Ella me cuenta que su marido apareció en casa como si nada y le dijo que iba a cambiar de negocio, que lo de la inmobiliaria que había montado hacía unos años ya no daba más de sí y que estaba pensando en montar otra cosa, algo más tranquilo, aunque se lo tomaría con calma. Era momento de descansar, tras unos años de agotador trabajo.

Los días pasaron y nada cambió, excepto que su marido incluso pasaba más tiempo fuera que antes. Un día, llegó borracho de madrugada, la despertó y le dijo que no podía más, que se iba, que lo sentía pero que tenía que irse. Y así, sin más, ella se despertó de aquel sueño.

Las semanas siguientes fueron terribles. Empezaron a llegar notas de embargos y deudas, todas a nombre de Pilar, ya que su querido consorte se ocupó de no dejar nada a su nombre. Pronto se vio diciendo adiós a su ático, tuvo que vender el Mini Cooper y se puso a buscar trabajo.

Sin embargo Pilar es una mujer fuerte, siempre lo ha sido. Cogió el toro por los cuernos, se sentó y comenzó a echar cuentas. Reunió a sus 3 hijos y les explicó la situación.

Su hijo mayor, que entonces tenía 19 años y llevaba un par de años trabajando, tendría que contribuir, de ahora en adelante, al sostenimiento familiar con el 30% de su sueldo.

El mediano, con 17, aún estudiaba, seguiría teniendo su paga, pero en lugar de percibir 50€ semanales, se tendría que aguantar con 25€, además, se tendría que olvidar de ir a esquiar los fines de semana y de comprar más complementos para su guitarra eléctrica.

La chica, Mari Pili, fue la que peor cara puso. A sus 15 años, lo de no poder ir de compras cada sábado y cambiar sus camisas de firma por ropa de Zara le supuso todo un shock emocional.

Además de eso, se tuvieron que mudar a un piso más modesto, dejaron el Club de Golf y hasta tuvieron que borrarse del Canal Plus. Y aún así, Pilar, que por suerte había encontrado trabajo de administrativa en una empresa importante, tenía que hacer horas extras para llegar a fin de mes.

El otro día, estuve con los chavales tomando una cerveza, y les comenté que imaginaba lo orgullosos que se sentirían de su madre, intentando sacar a flote, ella sola, a toda la familia.

Mi cara fue cambiando cuando empezaron a hablar. 

Ernesto, el mayor, no se quejaba demasiado, aunque veía un poco exagerado tener que contribuir con una parte de su sueldo cuando sus hermanos, que vivían allí como él, no trabajaban y encima recibían la paga, paga que en realidad provenía de su sueldo. No lo veía justo, pero como aún le quedaba dinerillo para sus cosas prefería dejar las cosas como estaban.

Jorge, estaba indignadísimo. Decía que su madre le había destrozado la vida, que antes vivía feliz y contento y que no entendía por qué ahora no podía seguir yendo a esquiar, ¿por qué su madre tenía que castigarle a él precisamente? Entendía que ya no tenían el mismo dinero que antes, pero "leñe! qué culpa tenía él de eso!" Además decía que su hermano tenía que contribuir con más dinero, porque su hermano trabajaba y ganaba dinero, y al fin y al cabo podía seguir comprándose sus caprichos, cosa que él ya no podía hacer, así que la nueva situación le había perjudicado más a él que a Ernesto. "Siempre pagamos los mismos" me dijo enfadado.

"Bueno, es que él trabaja y tú no. Y al fin y al cabo él colabora con un 30% de su sueldo, mientras que tú no colaboras con nada y en cambio recibes dinero". Le dije un tanto sorprendido. Él me miró y me dijo "Yo no trabajo porque quiero ser músico, cuando encuentre trabajo como músico lo haré, pero no querrás que trabaje de cualquier cosa, ¿no?"

Traté de buscar la complicidad de Mari Pili, que siempre se había llevado bien con su madre, pero al mirarla, ella me comentó lo decepcionada que estaba con su madre. Pasaba muy poco tiempo en casa, siempre estaba cansada y encima vivían peor que antes. Según ella, su padre era genial, lo recordaba siempre simpático y contento, y cuando había un problema, con una buena palabra lo solucionaba, les dio todo lo que querían y si ahora no iban bien las cosas, no era culpa suya, fue por un golpe de mala suerte, "o no se qué de los mercados financieros, me han dicho". Lamentándose, me dijo "En cambio, mi madre no tiene ni idea, en lugar de buscar la forma de seguir como estábamos, nos ha quitado todo lo que habíamos conseguido, y dice que es por nuestro bien, pero lo único que sé es que estamos peor que antes, con mi padre esto no habría pasado".

Cuando nos despedimos, me fui dando un largo paseo... Para tratar de evadirme cogí el periódico y leí las noticias: Huelga General, Reforma Laboral, indignación de los sindicatos... y no sé por qué, pero pensé que esa situación ya la había vivido antes...

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