Hoy pienso que todo empezó el jueves al mediodía.
Mientras twiteo con Juan Esteban Poveda, excelso periodista del Ideal y amigo de la infancia, de repente, así, como quien no quiere la cosa, me suelta si me apetece ir con él y otro compañero suyo al concierto del domingo de Bruce Springsteen en Sevilla. Bueno,me quedé sin palabras...hasta por twiter. He de aclarar que soy un fanático de Bruce desde que tenía 14 años, igual que mi amigo Poveda, con quien ya entonces compartía cintas de cassette pirateadas de Springsteen, así se entenderá mi repentina y quizás estúpido mutismo.
Tras la sorpresa inicial, y después de tres noches, con sus correspondientes días, histéricamente excitado, el domingo al mediodía nos pusimos en camino, Juan Esteban, su colega Jose Luis y yo.
Llegamos tempranito, a eso de las 6 de la tarde, con la idea de saludar al Gerente de la Cartuja, Manuel Zafra, un jabalquinteño, paisano de Juan Esteban y responsable del evento. Y allí estaba, con la delicadeza de, a pesar de toda la presión y problemas que surgen a última hora, tener un rato para recibirnos con los fastos y pompas propios de una delegación de diplomáticos cataríes dispuestos a soltar su pasta gansa en alguna inversión. Nos enseñó el estadio por dentro, mostrándonos esas entrañas que nadie conoce y amenizándolo con sus simpáticos comentarios que la experiencia en un sector como éste otorga.
Finalmente nos tuvo que dejar, las obligaciones propias de su cargo le llamaban, y así, acompañados por el calor sevillano decidimos seguir esperando entretenidos por el ambiente y la buena compañía de unas siempre fieles cervecitas.
Media hora más tarde de lo previsto, el concierto dio comienzo, y con él más de 3 horas vibrando, saltando, riendo y hasta emocionándonos, porque si algo tiene el bueno de Bruce es que sabe llegar al corazón de la gente, y una vez más lo consiguió, especialmente cuando recordó a Big Man y nos preguntó si le echábamos de menos.
Los conciertos de Bruce son pura adrenalina, el Boss es capaz de transmitir su emoción y energía con un espectáculo, rudimentario sí, (comentábamos allí, a modo broma, que los focos seguramente serían los mismos de aquel legendario Live 75-85) pero eficaz, porque allí el espectáculo no son las luces o los vatios, es sólo él y su guitarra.
El caso es que ayer, intentando pegar una cabezada, tras una mañana agónica en el trabajo debido a las pocas horas de sueño y el cansancio acumulado, recordaba el concierto y, sin embargo, caí en la cuenta de lo que más me gustó del concierto no fueron aquellas 3 horas.
Pensé que había compartido un gran día con un amigo de toda la vida, cuya amistad no logró romper la distancia ni el tiempo, y que, aunque van pasando los años y nos vemos poco, al encontrarnos, es como haber estado juntos el día de antes, con la misma complicidad y confianza.
Además, tuve la oportunidad de conocer a Jose Luis, un gran chaval, con el que en seguida conecté y, por supuesto a Manuel, un tipo que sin tener por qué, nos atendió y nos mimó mucho más de lo que merecíamos. No había peloteo ni intereses, allí estaba él, encantado de enseñarnos su mundo y compartirlo con su colega Juan Esteban y los amigos que le acompañaban.
Además, tuve la oportunidad de conocer a Jose Luis, un gran chaval, con el que en seguida conecté y, por supuesto a Manuel, un tipo que sin tener por qué, nos atendió y nos mimó mucho más de lo que merecíamos. No había peloteo ni intereses, allí estaba él, encantado de enseñarnos su mundo y compartirlo con su colega Juan Esteban y los amigos que le acompañaban.
Esa es la mejor enseñanza que me deja este superconcierto, queda gente sana y buena por el mundo, más de la que creemos, y por supuesto, quedan grandes amigos, que siempre lo seguirán siendo.
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