martes, 14 de junio de 2011

Ojalá que no tenga que decidirlo

Hoy pienso que tras lo escribí la semana pasada acerca de la prostitución, si bien en los comentarios surgieron temas igual de controvertidos, como las drogas o el aborto, curiosamente, nadie aludió a la libertad de todo individuo a hacer con su vida lo que quiera, incluso hasta acabar con ella.



Casualmente, hoy leo que la BBC emitió este lunes por la noche el suicidio asistido de Peter Medley, un hotelero multimillonario de 71 años, que sufría una dolencia neuronal motora. El documental, llamado "Choosing to die" (Eligiendo morir) recogió el momento del suicidio de Medley el pasado diciembre, en una clínica suiza.



Además de las imágenes del hotelero tomando una dosis letal de barbitúricos para acabar con su vida, la cinta también recogió todos los pasos previos y las dudas y reflexiones del fallecido y sus familiares.



En España también está muy de moda el tema, por la Ley que está a punto de aprobarse, La Ley de Cuidados Paliativos y Muerte Digna.



Antes de hablar, creo que en principio habría que distinguir entre el suicidio asistido, la eutanasia, la renuncia a tratamiento médico o el uso de sedaciones terminales, porque, por ejemplo, la Ley de Pajín, no regula la eutanasia ni la ayuda necesaria al suicidio, que siguen estando penalizados, sino que “tan sólo” consagra los derechos a renunciar a un tratamiento médico y al uso de sedaciones terminales aún a costa de acortar la agonía y acelerar la muerte, además del reconocimiento de una serie de derechos del paciente.



Yo no quiero entrar a analizar dicha ley, ya que requeriría un análisis tan profundo de mi propia alma y mi ser que creo que acabaría agotado, aunque sí diré respecto a la misma, que en cualquier caso, se debería reconocer el derecho a la objeción de conciencia del médico, quien en ningún caso debería ser obligado a ayudar a alguien a morir, cualquiera que sea su estado físico o su esperanza de vida.Puesto que tan respetable es la decisión a morir como la de no ayudar a hacerlo.



Yo iba por otro lado, a mí lo que me más me llama la atención de toda esta controversia, es que la ayuda necesaria al suicidio esté penada, ya que, en cambio, el suicidio no lo está. El artículo 143 de nuestro Código Penal castiga con hasta 8 años de cárcel la inducción al suicidio y hasta 5 por echarle una mano, sin embargo, el legislador considera, respecto al suicida que es una víctima. Si muere porque bastante castigo tiene con morirse y si sobrevive, porque lo que hay que hacer es animarle para que no lo vuelva a intentar. Y digo yo, si eso es así, ¿por qué castigar al que le pone un vaso al lado para que se lo beba? Si queda demostrado que esa persona lo hace de forma totalmente voluntaria y que nadie lo ha convencido, inducido o forzado… no lo veo si quiera moralmente incorrecto.



En el caso de Peter Medley, que decidió acabar con su vida antes de sufrir más, tanto física y emocionalmente, no voy a entrar a juzgar si es un acto valiente o cobarde, loco o sensato, un pecado o algo indigno. Pero lo que sí puedo afirmar, es que, desde luego es un acto libre, decidido por él y por tanto, merece todo mi respeto, igual que el que voluntariamente le ayuda a dar ese paso.



Me preguntaba un día un amigo, hablando de este tema, si yo sería capaz de hacerlo… y sólo acerté a decir: "Ojalá nunca tenga que decidirlo".



A lo que él respondió, "¿te refieres a suicidarte o a ayudar a un amigo a hacerlo?"



- "Me refiero a ambas, amigo, me refiero a ambas..."

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