Hoy pienso que si hay algún tema sobre la que pienso que la relatividad está más que justificada es el del aborto.
Tema complicado donde los haya, primero porque afecta a más de una persona y segundo porque de ser un tema ético ha pasado a ser un tema religioso y todo lo que huele a religioso tiende a sectarizarse y, en consecuencia, a guiarse por extremismos, de esos en los que "o estás conmigo o estás contra mi".
Alguien recientemente me decía, hablando de este tema, que yo no podía hablar con propiedad de este tema hasta que mi hija tuviese 16 años y se quedase embarazada. -"En ese caso" -respondí-, "sólo podrías tener una opinión sobre las drogas cuando tu hijo muriese de una sobredosis, o ¿por qué no? Sólo podrías condenar a un violador cuando te hubiese agredido sexualmente a ti". No creo que sea un argumento muy certero acudir a la legislación post-victim, en cuyo caso, ni la norma se dictaría de forma objetiva ni tampoco de forma general, ambos criterios ineludibles para el Derecho de un país.
"Bueno" -me respondía mi amiga- "lo cierto es que eres un hombre, y por eso tampoco tienes voz ni voto, ya que las mujeres, como yo, tenemos plena libertad sobre nuestro cuerpo".
Bueno, eso es una verdad a medias, o casi mejor dicho, una verdad a tercias, porque lo cierto es que hay tres personas que tienen algo que ver en esto: La mujer, por supuesto, principal portadora de aquello que sea eso que está engendrado en su barriguita. El hombre que, de una forma u otra, ha ayudado a engendrarlo. Y finalmente, esa "cosa" que está ahí dentro, y cuyo corazón late con fuerza desde la sexta semana del embarazo. Por tanto, a todas las Femen que se dedican a argumentar sus reivindicaciones enseñándonos sus nudas interioridades, les diría que no, que no es su "coño" el único que manda, aunque a juzgar por sus actos, seguramente es con lo que ellas piensan... Eso sí, acto seguido les animaría a seguir con su forma de manifestación, ya que es mucho más agradable y vistosa que, por ejemplo, ver a Bardem desgañitándose al grito de "No a la guerra".
A todas estas feministas, no obstante, les diría que caen en una gran contradicción, ya que esas mismas que exigen igualdad e incluyen al hombre en las obligaciones y tareas paterno filiales, luego lo excluyen en la gran responsabilidad de decidir sobre la interrupción de un embarazo de la que ellos tuvieron parte ineludible de culpa.
Creo que aquí sí viene al pelo aquello de "la culpa de esto la tiene Zapatero", ya que en este caso, como en otros muchos, se le ocurrió retocar una ley sobre la que había un relativo consenso, una de esas leyes, sobre la que costó ponerse de acuerdo, pero cuya necesaria aprobación se produjo en 1985, ya que hasta entonces la interrupción voluntaria del embarazo era siempre delito.
Fue entonces cuando el Gobierno de Felipe González y su mayoría absoluta aprobaron una Ley Orgánica que permitía abortar legalmente en 3 supuestos. Cuando peligraba la vida o la salud de la madre sin límite temporal, en caso de violación durante las 12 primeras semanas y en los supuestos de malformación del feto, dentro de las 22 primeras semanas de gestación.
Como digo, en mi opinión era una ley sensata y consensuada. Se trataba de conciliar el derecho de la mujer, en aquellos casos en que, claramente, éste prevalecía y al mismo tiempo en reconocer al nonato unos derechos a partir de un momento determinado.
Pasaron los años y ni siquiera Aznar, ese dictador, afamado fascista y de corazón absolutista, cambió la Ley de Felipe. Hasta que llegó el talante de ZP, y en 2010, con su sonrisa conciliadora se sacó de la chistera (o de la boina, según se mire) una nueva ley que despenalizaba la interrupción del embarazo durante las 14 primeras semanas, yendo incluso más lejos y no exigiendo una autorización de los progenitores (casi escribo paterna...) en el caso de las menores de edad, quienes eran libres de acudir a una clínica sin que ésta tuviera siquiera que informar a los progenitores (me cachis, casi vuelvo a escribir padres).
Y claro, ya tenemos el cirio montado. Eso se llama liarla parda, o lo que es lo mismo, empezar un conflicto donde no lo había. El PP prometió en su programa modificar esa Ley, y entonces llegó Gallardón, que en su afán por grabar su nombre en los anales de la historia, decidió ir más lejos, consagrando la famosa frases de aquel intelectual que afirmó "Pa chulo chulo mi pirulo", y tirando de goma de borrar eliminó supuestos y redujo semanas más allá de lo previsto.
Y así es como hoy tenemos en la calle un debate que ya estaba superado y que ZP primero y Gallardón después, se encargaron de avivar. Volvemos a tener dos bandos extremos que enarbolan la vena exaltada del cuello para insultar y tratar de imponer su criterio.
Como decía la activista Florynce R. Kennedy quizás sea cierto que si los hombres pudiesen quedarse embarazados, el aborto sería un sacramento, sin embargo, parafraseando a Ronald Reagan, lo que sí que es impepinable es que tanto los que defienden el aborto como los que están en contra, todos tienen ventaja, porque ya han nacido...
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