martes, 2 de diciembre de 2014

De minutos de silencio

"El terrorismo es inmune, se nutre de los minutos de silencio multitudinarios. Sólo la resistencia individual les contraría".
Fernando Sabater

Hoy pienso que son los contrastes los que nos hacen ver las cosas con mayor nitidez y claridad.

Ayer domingo, tras terminar una media maratón en Córdoba, me enteraba de la tragedia acontecida en los aledaños del Vicente Calderón. Fue curioso sentir cómo dos deportes pueden conllevar sentimientos y consecuencias tan distintas. Por poner un ejemplo, el domingo en mi carrera, tras 21 kilómetros de pisar asfalto, a tan sólo 200 metros de la llegada, adelanté a una chica. La verdad, no me quedaba aliento para más, la adelanté con la única intención de llegar cuanto antes y acabar ya. Sin embargo, de pronto escuché cómo otro corredor detrás mía empezaba a darle ánimos a la chica tratando de hacer ese último esfuerzo más llevadero, y yo me sentí mal por no haber sido el que hubiese tenido ese gesto.

Sin embargo, en el fútbol siempre hay hijos de puta, incluso asesinos. No lo digo yo, lo dijo ayer Jesús Gil Marín. Pero no hace falta que nadie lo diga ni que otros lo piensen. Sólo hay que ir a un partido de fútbol para saberlo, incluso ni eso, hace uno años, 16 exactamente, otro hijo de puta, y asesino y también del Frente Atlético, mató de una puñalada a un aficionado de la Real Sociedad cerca del estadio. 

Pero esto no es un accidente, ni siquiera es una reyerta improvisada. Este grupo de vándalos... perdón, de hijos de puta, existen en todos los clubes. Juegan a favor porque se aprovechan del fútbol y las masas para sus violentos fines, sus menos de dos de frente no dan para más. Y los clubes los conocen, y se lo permiten, claro que se lo permiten, y en muchos casos los apoyan e incluso les financian. Así que, Sr. Gil Marín, no tire la piedra y esconda la mano, no les tache de hijos de puta, primero y luego diga que no puede hacer nada para remediarlo.
Pero no es sólo allí, todos los equipos tienen sus hijos de puta. Lógico, estos borregos hacen muy bien su trabajo, animar incansablemente y acompañar a su equipo allá donde viaja. Ese ánimo les viene muy bien, en las frías estepas siberianas, una bengala roja calienta mucho, igual que 4 voces en tu idioma cuando todo son gritos indescifrables. Reconozcámolos, rebuznando son los mejores. 

Y leo en las noticias que en el asesinato de ayer falló el protocolo policial. Ya estamos buscando culpables donde resulta más fácil. Nadie se plantea que esto es culpa de todos, y desde luego, la Policía es la menos culpable.

Los clubes siempre han mimado a sus borregos. Sus viajes son sufragados por el club y sus abonos tienen precios especiales. Recuerdo ver a los Ultras Sur dándole una placa a Mourinho, poco después de aquella vergonzosa pancarta con el "Mou, tu dedo nos señala el camino".

Fue Laporta, como presidente del Barcelona el único que intentó acabar con sus ultras, los Boixos Nois, le costó sudor, imagino que alguna lágrima y casi sangre, porque además de las amenazas, fueron los Mossos de escuadra los que abortaron un plan de los borregos para darle una paliza, plan que contaba con el beneplácito y la complicidad del personal de seguridad del Estado. Sin embargo, Rosell les abrió la puerta, con aquella mágica frase: "son unos chavales muy majos".

Lo curioso de lo del domingo es que tan sólo unas horas después, esa misma noche, en otro partido, Messi se acerca a la banda, le grita el público, le insulta y recibe lanzamientos de botellas y de monedas, una de las cuales le supuso una brecha en la cabeza con sus correspondientes puntos de sutura, Respuesta del árbitro, un acta vacía y tarjeta amarilla a Messi por perder el tiempo. Sin embargo, lo negativo del partido para muchos fue que no se guardó un minuto de silencio previo al partido.

No, no hablamos sólo de ultras, hablamos de padres que, como espectadores gritan e insultan a niños de 7 años, que amenazan a árbitros adolescentes, hablamos de jugadores que fingen y que a veces agreden. Hablamos de declaraciones fuera de lugar de entrenadores y presidentes, de guiños a los ultras desde todos los estamentos. Hablamos de una violencia gratuita que regalamos todos y que tiene su cara más amarga y extrema en estos pobres diablos cuyo intelecto no llega más allá de una bandera radical bajo cuyos colores juegan a acribillar almas.

Por fortuna esta vez no hubo víctimas, esta vez el fallecido fue causa y consecuencia, pero no víctima, porque él, junto a otros bárbaros generó ese dantesco espectáculo que se dio esa mañana, él fabricó su propia muerte y no la de algún inocente que hubiese pasado por allí.

¿Minuto de silencio? Quizás sí, se debería haber guardado un minuto de silencio, pero no en honor o recuerdo al borrego fallecido, sino como reflexión de lo que entre todos hemos creado, porque esto no se arregla con un minuto de silencio, ni con dos ni tres...

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