Hoy pienso en la tertulia que hace unos días tuvimos mis amigos y yo. Uno de ellos, Luis, me dijo, retándome, "a que no escribes de esto en tu foro".
El debate se centraba en la libertad de los farmacéuticos a vender la famosa "píldora del día después" basándose en su derecho moral a la objeción de conciencia.
Vaya por delante que creo en el derecho, personal e intransferible de todo hombre a tener sus propias creencias morales e ideológicas y a obrar en consecuencia, siempre y cuando, claro está, ésto no suponga un perjucio para otra persona.
También creo en el libre comercio, lo que significa que cada uno puede abrir un negocio de lo que guste y vender en ellos lo que quiera, siempre, de nuevo, que ello no suponga la comisión de ningún delito, como la venta de un producto ilegal, armas o droga, por ejemplo.
Dicho ésto, el caso de los farmacéuticos es distinto, y especial también. Y ello porque la apertura de una farmacia está condicionada a la concesión de una licencia o permiso por parte de la Administración, ya que lo que allí se vende son productos farmacéuticos, que utilizados erróneamente pueden perjudicar la salud del usuario, por lo que se requiere un control por parte del Estado.
Esto significa, por un lado, que no todo el mundo que quiera puede abrir una farmacia, y por otro, que aquél que la abre. desde el momento en que logra la licencia para ello, no sólo obtiene el derecho a vender medicamentos, sino que también adquiere la obligación de prestar un servicio de venta de todos los productos farmacéuticos que, regulados por ley, sólo se puede vender en este tipo de establecimiento, las farmacias.
En este caso, no cabe la objeción de conciencia, ya que la misma queda restringida desde el momento en que el farmacéutico acepta ofrecer un servicio regulado y limitado por ley.
La objeción de conciencia tenía sentido cuando el servicio militar era obligatorio, pero desde que se profesionalizó, el que se hace militar lo hace voluntariamente, y no sería congruente que un militar alegase la objeción de conciencia a la hora de cumplir una determinada misión, cuando antes, había aceptado voluntariamente ingresar en el cuerpo militar y cumplir y respetar, por tanto, las normas castrenses
Del mismo modo, un médico que trabaja para la sanidad pública, no podría negarse a expedir una receta de un producto farmacéutico determinado, ya que es su obligación como médico de un centro público, independientemente de los motivos que le lleven a él, como individuo a pensar que no debería hacerlo.
Una persona puede abrir un supermercado, que es un negocio cuya apertura no tiene ningún tipo de restricción (las normales que se imponen de salubridad, riesgos laborales, etc.) y si es vegetariano y no quiere vender carne, está en su derecho, porque al abrir dicho negocio, no acata ni reconoce la responsabilidad de ser un negocio donde los productos que se expiden sólo se pueden ofrecer en determinados establecimientos, como digo, limitados por el Estado.
La objeción de conciencia incluye ser congruente no sólo con tus principios y creencias, sino también con tus obras y hechos...
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