Hoy pienso que ayer estuve con unos amigos en un bar, a cuál más distinto, eso sí, pero a cuál más amigo, como tiene que ser.
Cómo no, salió el tema de la ya famosa revolución del 15-M, y todos comentábamos la de veces que habíamos hablado de que algo así era necesario.
Sin embargo, pronto empezamos a discutir, y fue a la hora de pedir. El camarero nos aconsejó un vino, y todos estábamos de acuerdo en que había que probarlo, pero los más puristas decían que era un sacrilegio mezclarlo, otros decían que con gaseosa le daba fuerza, otros preferían el clásico tinto de verano, alguno decía que una sangría fresquita pegaba más y alguno saltó hasta con la Coca Cola, para hacer un calomocho.
Luego, ya calentitos, empezamos a discutir por el nombre de la dichosa revuelta.
Unos decían que era la Spanish Revolution, otros la revolución por la democracia y algunos hasta la denominaban la revolución de la fideuá (¿).
En fin, que era gracioso cómo un mismo hecho podía tener tantas interpretaciones. El más romántico, decía que le recordaba a la revolución del 68, otro, sin embargo, aludía al manifiesto de los "democracia real ya", y señalaba, irónicamente a la del 17… otros dejaban Moscú y se iban hasta África, recordando lo sucedido meses atrás, “aunque sigue faltando un líder y un muerto”, decía. “Y un Gadafi, claro”, añadía otro con sorna…
Hubo uno, el del calimocho, que se atrevió incluso con la semejanza entre la Plaza de Tian’anmen (que en chino, nos dijo, significa Puerta de la Paz) y la Puerta del Sol… aludiendo a la Revuelta del 89… y los muertos, otra vez, salieron a la luz…. De nuevo con ironía uno se atrevió a responder, “dile a uno de los que está en sol, cervecita en mano en un silloncito móvil de los que se han llevado, que coja un clavel y se ponga delante de un tanque, que verás qué rápido se levanta…”
Salió de nuevo el romántico y habló de los valores que defendía el movimiento… “una democracia de verdad, pasando por una Reforma de la ley electoral”, decía convencido, “financiación de partidos y sindicatos únicamente con cuotas de afiliados, replanteamiento de las competencias autonómicas y locales, mayor control a los presupuestos de las administraciones locales, replanteamiento de la división de poderes para hacer efectivos los poderes independientes”.
“Espera, espera…”, le interrumpió el de Tian’anmen… “de eso nada, se trata de acabar con el capitalismo. Eso es lo que ha dicho la Asamblea!. Se trata de dificultar los despidos colectivos u objetivos, restablecer subsidios, no aumentar la edad de jubilación, acabar con el desempleo estructural, permitir expropiaciones al Estado, nuevas y mayores subvenciones, incrementar el funcionariado y por tanto la Administración Pública, más financiaciones públicas, mayores recursos sociales y por supuesto, mayores tipos de impuestos para los “ricos” y más impuestos para todos los que los puedan pagar, qué carajo! que para eso tienen tanto, qué compartan, leche!”.
“¿Pero no se trataba de acabar con este sistema, tan corrompido e intervencionista y de incentivar la libertad?”, le respondió otro, mientras saboreaba el vino, “Según tus propuestas, conseguiremos fortalecer aún más el poder del Estado, la burocracia e incrementar el gasto público, en fin, ¡darle de comer al sistema ese con el que queríamos acabar!”.
“Eres un facha” soltó aquél, “aquí se trata de acabar con los bancos, con la derechona y con todo aquel que no esté de acuerdo con nuestros principios, sois unos capitalistas sin escrúpulos.”
“Pero alma de Dios”, le dijo el romántico, “tú sabes, por ejemplo, lo que es el desempleo estructural?”.
“Tú no me líes, eso han dicho en la Asamblea, así que seguro que es malo, muy malo, como Aznar!”.
Lo siguiente ya se me ha olvidado, porque dejé de prestar atención, sólo veía que lo que empezó siendo un encuentro de amigos iniciando un debate donde todos teníamos un punto en común se había convertido en una guerra feroz en la que al final, cada uno se iría a su casa sin haber sacado nada en claro, y lo que es peor, con los mismos que antes apoltronados en su sillón… y yo allí en el bar, mirando mi vaso y pensando… “qué lástima, con lo rico que está el vino, hasta que que te dicen cómo tomarlo… “
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