miércoles, 23 de noviembre de 2011

Bitácora de una familia feliz (4)

Hoy pienso que ayer hablé con mi amigo, aquel que en agosto me contaba cómo eran las vacaciones de una pequeña familia feliz (http://picapino.blogspot.com/2011/08/bitacora-de-una-familia-feliz-1.html)

Me contaba lo bien que lo habían pasado el fin de semana pasado, de viaje con su mujer y sus tres pequeñajos.

Como él mismo decía, se organizaron muy bien. Reservaron la suite de un hotel, con una habitación para los tres niños, que dormían en una cama de matrimonio y una cama supletoria y un dormitorio sólo para ellos, dónde a medianoche podrían tener su ratito de intimidad.

El caso es que esa noche, según me contaba, llegan al hotel, tras un agotador día de turismo por la ciudad y una copiosa cena. Los niños se bañan en una gigantesca bañera con muchos chorrillos y una luz que cambia de color, se ponen el pijama y caen pronto rendidos.

Él y su mujer, mientras tanto, se dedican a recoger ropas tiradas por el suelo, deshacer maletas, y otras tareas domésticas. Después se duchan, se ponen cómodos y cuando por fin empiezan a ponerse juguetones... la puerta entornada se abre y aparece su renacuaja de 3 años diciendo que tiene miedo, acurrucándose, junto a su muñeco preferido entre papá y mamá. De esta forma, su momento íntimo acaba en una película de madrugada con el volumen tan bajo que ni siquiera se enteraban de lo que decían los personajes...

Lo mejor llegó a la mañana siguiente, cuando a eso de las 8 de la mañana, aparecen en su dormitorio sus otros dos hijos, ya con las pilas recargadas. Se acercan a su padre y le susurran en voz bastante alta si les puede poner la tele.

Mi colega salta rápidamente de la cama, para no despertar a su mujer y a la pequeñaja y se va a la otra habitación con la idea de poner la tele y volver a los brazos de morfeo cuanto antes.

Sin embargo, por mucho que trata de encender la tele, ésta no hace ni tan siquiera el amago. Mira y remira la pantalla, toca y retoca los laterales buscando un botón escondido que obre el milagro, pero nada... Mientras tanto, sus dos duendecillos empiezan a aburrirse optando por las risas y canciones infantiles como remedio.

Mi amigo, temiéndose lo peor, decide llamar a recepción, donde una amable voz femenina le informa que, efectivamente, la televisión no funciona porque esa televisión lleva el TDT independiente, cuyo mando está en recepción porque el último cliente lo bajó para que le cambiasen las pilas. Mi amigo le pregunta amablemente si puede subírselo a la habitación, ya que está en pijama, pero la recepcionista le comenta que a esas horas está sóla y que no puede dejar la recepción vacía, pero se le ocurre que se lo puede enviar por el ascensor.

Mi amigo, sale al pasillo y recoge el mando, !bien, no se ha encontrado a nadie! pero cuando llega a la puerta de su habitación se da cuenta de que ésta se ha cerrado.

Trata de llamar despacito, con cuidado para no despertar a nadie, a ver si sus dos bichitos le oyen... toc toc! toc toc toc! TOC TOC!! TOC TOC TOC!! ..."Hola, buenos días, good morning..."

Finalmente y tras varios minutos esperando... y llamando, la puerta se abre. "Hola, Papá! ¿Dónde estabas?"

Por fin le da al mando y se enciende una luz, la del aparato de TDT, pero aún así, la televisión sigue sin despertar... "¿qué narices pasa ahora?" Vuelve a mirar y remirar, tocar y retocar... pero no encuentra nada... "¿por qué no funciona? Niños, dejad de pelearos, vais a despertar a Mamá y a vuestra hermana!"

"¿Estará enchufada?" Coge el cable y lo sigue hasta el enchufe de la pared... lo mejor será buscar otro, probar otro enchufe... finalmente mueve el mueble bar y descubre uno, enchufa el cable y !bingo! !Ya funciona!

A ver, a ver... "No signal"... "¿y ahora qué? Pero, ¿queréis dejar de saltar encima de la cama?"

Tiene que ser la antena... vuelve a seguir el cable, llega a la pared y... está enchufada. Parece todo correcto... Sin embargo, al desenchufarla, ve que el enchufe de la antena está roto... "si tuviera un destornillador podría arreglarla", piensa.

Llama a recepción y la simpática recepcionista vuelve a atenderle con la misma amabilidad, pero se muestra un poco reacia a darle un destornillador para toquetear una antena. "Soy un padre desesperado!" le suplica. Finalmente, la chica accede enternecida, pero le dice que tendrá que bajar a por él, porque no ve procedente dejarlo en el ascensor.

Piensa mi socio qué hacer, vestirse para bajar no es buena idea, porque tendría que entrar al dormitorio a por la ropa y podría despertar a los afortunados que aún duermen, y bajar en pijama no es planteable... Al final opta por mandar a sus dos enanos a recepción, que también están en pijama. "Poneros algo encima, que vais de aventura", les dice, mientras piensa que una situación desesperada requiere medidas desesperadas...

Finalmente bajan a recepción, con el pijama y un gorro de lana, que es lo único que había a mano en la habitación donde dormían. Mi amigo espera y espera en la puerta de su habitación hasta que por fin suben muertos de risa con las manos llenas de caramelos y un destornillador. Mi amigo prefiere no preguntar...

Tras un rato ejerciendo de antenista, logra que la televisión se vea... !por fin! Los niños se calman, se tumban en la cama y comienzan unos dibujos llamados Phineas and Ferb que les hace entrar en completo trance. !Por fin se hizo la calma!

Son ya las 9:15 de la mañana, mi amigo piensa que aún le da tiempo acostarse un ratito... en ese momento, se abre la puerta y aparece Mami con la pequeñaja que ya ha amanecido... comienza un nuevo día, !un largo y nuevo día de la familia feliz!

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