Hoy pienso que llevo varios días escuchando noticias y opiniones sobre la posibilidad de que en Cataluña se implante un seguro sanitario obligatorio y privado.
Está claro que este tipo de noticias que saltan y que ni se confirman ni desmienten tienen el fin de tantear a la sociedad y de ir inoculando la idea para al final, si se estima oportuno, acabar implantando la idea.
Son dos ideas las que llevo tiempo oyendo: El copago sanitario y el seguro sanitario obligatorio privado.
En primer lugar, me gustaría partir de una premisa: Nuestro sistema sanitario es universal, es decir todo el mundo tiene acceso, de forma gratuita, a la sanidad. Lo que significa que si te pones malito, puedes acudir a urgencias, donde te curarán sin que tengas que sacar la cartera.
Pero ¿quién paga ese sistema? Esta pregunta, que a simple vista parece tan fácil de contestar, da pie a muchos equívocos, ya que el sistema sanitario es sufragado por el Estado, quien lo financia a través de los impuestos, y por tanto, lo pagamos entre todos, igual que pagamos las carreteras, el alumbrado y hasta el sueldo de nuestros queridos parlamentarios.
Aclarado esto, ya puedo entrar a comentar las dos ideas de las que hablaba al principio:
El copago sanitario (mal conceptuado, por cierto) se refiere a la posibilidad de cobrar por la atención sanitaria. La cuantía sería más bien simbólica, ya que supondría un porcentaje ínfimo en relación al coste total del sistema. Sin embargo, la mayor utilidad sería su carácter disuasorio, puesto que serviría para que la gente acudiese a urgencias sólamente cuando realmente fuese una emergencia, pensándoselo dos veces en otro tipo de circunstancias.
Cuando antes decía que la palabra no era del todo acertada, me refería a que la sanidad está financiada con los presupuestos provenientes de los impuestos de todos, no de las cotizaciones de los trabajadores, como algunos creen. Por tanto, si se cobrase una cierta cantidad por acudir, por ejemplo, a Urgencias, se estaría dando el mismo caso que ya ocurre en otros tantos, como puede ser, digamos, el transporte público, el cual, aunque está subvencionado por el Estado (y por tanto, sale también de nuestros impuestos) al utilizarlo pagamos un billete, sin que nadie lo denomine copago ni se ponga las manos en la cabeza. Igual que ocurre con las tasas universitarias o con los sellos de correos (hasta que se privatice del todo).
Por otro lado, ahora escucho eso del seguro privado obligatorio para las rentas más altas. Yo no soy rico, desgraciadamente ni tan siquiera me acerco. Pero me llama la atención que todo lo que sea cargar a los ricos de más y más impuestos, tasas y cualquier otro coste extraordinario esté legitimado por el sólo hecho de ser ricos, como si fuese un pecado o incluso peor, un delito.
Sinceramente, creo que no es justo. Porque eso sí que sería un copago, y además obligatorio.
Hay otras opciones que podrían suponer mejorar las arcas de la sanidad pública desde el impulso de la libertad de cada individuo.
¿Qué tal volver a la financiación del sistema sanitario público con las cotizaciones de los trabajadores?
En este caso, podría darse la opción a los trabajadores de acogerse al sistema público o a un sistema privado.
Alguno me podría decir que en este caso, el sistema entraría en quiebra rápidamente, porque sería imposible mantener un sistema universal sufragado únicamente por las cotizaciones de los trabajadores voluntariamente incluidos pero que abarca a éstos y a todos los que no trabajan.
Bueno, en primer lugar, hay que decir que este sistema público dejaría de ser tan caro como el actual, porque todos los trabajadores que escogiesen el sistema privado dejarían de acudir al sistema público, lo cual reduciría considerablemente el coste del mismo.
Pero además, existen varias alternativas, como la de incluir en el presupuesto sanitario una parte financiada por los impuestos, lo que supondría que todos aportasen algo al sistema sanitario universal. De esta forma los más preocupados por la justicia social podrían estar tranquilos, ya que el principio de solidaridad seguiría existiendo.
También se podría establecer una pequeña aportación por parte de los trabajadores que escogen un sistema privado, de esta forma, el sistema público contaría con una aportación gratuita, ya que estas personas aportarían pero no gastarían. Y además podrían seguir optando por el sistema privado sin que les supusiese pagar ambos sistemas en su totalidad.
Estos son algunos ejemplos de las reformas que el actual sistema nos exige. Hoy día parece que la forma de salir de la crisis es aumentando impuestos, recortando sueldos y exigiendo más a los ricos.
Pan para hoy y hambre para mañana. Parches que en realidad no suponen ninguna reforma seria y esencial, que es lo que hoy necesitamos.
Reflexionemos pues, ya que hay muchas variantes y distintas fórmulas, que supondrían mayor libertad, igual solidaridad y fundamentalmente, la garantía de un superávit en las cuentas del Estado, en definitiva, una Sanidad más solidaria, más libre y más... sana
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