Hoy pienso que a lo largo de la historia siempre ha habido ladrones que han caído bien, y así, su condición de delincuente ha quedado en un segundo plano, primando otra de sus facetas.
Imagino que el primer ladrón bueno de la historia fue aquel al que Jesús le regaló descansar a su vera allí arriba y a partir de ahí, durante siglos ha habido todo tipo de ladrones. Ladrones justos, como Robin Hood, ladrones valientes, como Billy el Niño, ladrones románticos como Bonnie y Clide o ladrones con doble rasero, como Francis Drake, un héroe para los ingleses y un villano para los españoles.
Precisamente nosotros, los españoles somos expertos en ladrones buenos. Tenemos nuestro bandolero, Luis Candelas, un pobre ladronzuelo con cara de pena, Lute, un analfabeto descarado, el Vaquilla y por supuesto, nuestro bizco favorito, cuyas vacaciones en Brasil, en cierta forma las disfrutamos todos, nuestro Dioni. Imagino que forma parte de nuestra idiosincrasia. Los americanos tienen a Harry el Sucio, nosotros a Curro Jiménez, cuestión de gustos.
Sin embargo, hoy he conocido a mi héroe chorizo particular, y además de Jaén... ni pollas!
Se trata de un caco a domicilio, quien en plena faena, descubre unas cintas de vídeo con las imágenes más canallas que alguien, incluso un maleante, se puede encontrar. Imagino su cara, cuando al llegar a su casa, con el preciado botín, enchufa una de las cintas y sorprendido, descubre cómo su víctima es un pederasta consumado. ¿Pederasta? Qué palabra más light para describir a un hijo de puta redomado...
El caso es que nuestro protagonista es un saqueador, pero humano, y su código deontológico no le permitía dejar a ese hombre impune. Así que ni corto ni perezoso, realiza una llamada anónima a la policía y les deja debajo de un coche un sobre con las malditas cintas y una nota escrita en la que decía "he tenido la desgracia de que han caído las cintas en mis manos y me veo en la obligación de presentarlas dejando que ustedes hagan su trabajo y puedan meter a ese... en la cárcel de por vida".
Aparte de su refinamiento con los puntos suspensivos y de no cometer una sóla falta de ortografía, su coraje y su valentía para denunciar a ese impresentable lo hacen digno merecedor de todo mi adulación, admiración e idolatría. Lo siento, queridos López Vázquez, Fernán Gómez, Aleixandre y resto de cacos oficinistas. Perdóname incluso tú, querido Jesús Gil, pero este ratero pasa a mi altar particular.
Y ahora, con suerte, la policía consigue armarse de pruebas, el juez logra condenar a este malnacido y ningún tribunal europeo permite que vuelva a ver la luz del día. Por lo demás, ojalá sus vícitmas puedan volver a cerrar los ojos una noche y no sentir un escalofrío al recordar su cara.
Y si algún día, mi ladrón favorito lee esto, le invito a que me meta la mano en el bolsillo sigilosamente y prometo mirar para otro lado mientras me roba la cartera...