Hoy pienso que la libertad es un derecho tan fundamental como manipulable.
Leo hoy una noticia ocurrida en Escocia que me da mucho que pensar.
Una mujer de 85 años, en una piscina pública disfrutando de un día veraniego (que, además, allí deben ser pocos) junto a sus 4 nietecitas de edades comprendidas entre 5 y 10 años. A los pocos días, seguramente tendrá que volver a su casa, lejos de la de ellas, así que recuerda entonces la cámara de fotos que su querido hijo le regaló por Navidad y pensó, por fin, darle un buen uso.
Justo cuando se disponía a hacer unas tiernas fotos a sus queridas nietas, un guardia de seguridad se acerca y de muy malos modos, le dice que guarde la cámara, que en las piscinas públicas está prohibido hacer fotos a los niños, mientras la mira de arriba a abajo, escudriñándola con ojos rencorosos... ya se sabe, hay mucho pederasta suelto...
En aquel país, resulta que muchos municipios han prohibido el uso de cámaras en piscinas públicas, ante el temor a que los pederastas atiborren sus discos duros de material veraniego. Además, la Confederación Nacional de Asociaciones de padres y maestros también han prohibido el uso de cámaras en eventos y fiestas colegiales, incluso de cumpleaños, salvo que exista el consentimiento de todas las familias involucradas.
¿No es quizá eso una sobreprotección, un exceso de celo por parte del Estado a la hora de proteger al ciudadano?
Ya nos avisaba Bradbury en Fahrenheit 451 de la perversidad de la protección paternalista del Estado. "Si no eres capaz de pensar, todo será más fácil, tú serás feliz y y el mundo más seguro".
El problema de la seguridad y la sobreprotección es que va reñida con la libertad del individuo, derecho fundamental e inalienable.
Este tipo de prohibiciones, como el de la abuelita de 85 años, supone un reconocimiento por parte del Estado de su incapacidad para combatir ciertos delitos, y cuando se ve desbordado, sólo sabe actuar de la forma más irracional, "muerto el perro se acabó la rabia".
Partir de la base de que todos somos sospechosos va en contra de todo derecho fundamental, incluso aunque esté inspirado en una buena razón, como es evitar algo tan deleznable como la pornografía infantil.
Algunos políticos caen en el camino fácil, o incluso en la obsesión, como Mc Carthy, que veía comunistas hasta en el café, otros aprovechan la posible amenaza del "enemigo" para mantener al pueblo atemorizado y erigirse de guardián con el "todo vale" por bandera... ahí tenemos al amigo Chávez, por ejemplo, o el sempiterno Castro, hoy reencarnado en su propio hermano.
El equilibrio entre la seguridad y la libertad es tan frágil que parece sostenerse por un fino hilo de sentido común, y romperlo, supone desnivelar la balanza, lo que, por mucho que se empeñen algunos populistas demagogos, al final, supone una atrocidad para el ser humano.
Quizá el problema sea distinguir dónde está ese equilibrio... o quizá la solución al problema sea conocer dónde está límite para no romperlo...
No hay comentarios:
Publicar un comentario